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  • Comunicación gastronómica: ¿cómo te ves y cómo nos vemos?

    Antes de comenzar esta nota quiero recordarte ciertas definiciones:

    Blog

    Def. Página web, generalmente de carácter personal, con una estructura cronológica que se actualiza regularmente y que se suele dedicar a tratar un tema concreto.
    (RAE)

    Bloguero/ra

    Def. adj. Perteneciente o relativo a los blogs o a los blogueros
    Def. m. y f. Persona que crea o gestiona un blog.
    (RAE)

    Instagrammer

    NOTA: No existe una definición de diccionario para la palabra Instagrammer así que tomaré la definición coloquial. Este término se atribuye a la persona que comparte fotos en la aplicación de Instagram.

    Foodie

    Def. Una persona que tiene un interés ávido por temas relacionados a la comida y sus tendencias actuales.
    (MERRIAM-WEBSTER)

    Durante las últimas semanas he tenido el privilegio de que me inviten a varios eventos gastronómicos en Quito. He recibido estas invitaciones gracias a mi trabajo como chef y a este blog. En varias ocasiones, me he detenido a pensar acerca de la manera en que estamos comunicando al público los temas relacionados a restaurantes y comida.

    Dos ideas puntuales que he podido notar:

    1. Existe una falta de cobertura por parte de los medios de comunicación masivos, como televisión y radio. Esto me lleva a pensar que no les interesa informar sobre eventos gastronómicos, quizás porque los consideran pequeños. Pero, en realidad, son parte vital de la dinámica de una ciudad.
    2. Hay un notable número de personas particulares que llegan a “cubrir” los eventos, se toman muchas selfies (con o sin comida), las suben inmediatamente a las redes (por lo general Instagram) con hashtags llamativos. Es fácil identificarlos porque están siempre en grupo y, al conversar con ellos, opinan abiertamente sobre la comida y el servicio basando su criterio en lo que consideran “la tendencia”. Es como si todos se sintieran críticos gastronómicos aunque muy pocos tienen el conocimiento y la experiencia necesarias. Además, muchos se definen como blogueros. Sin embargo, no comprendo por qué algunas de estas personas se autodenominan blogueros sin tener un blog.

    Me explico. Ir a un evento y tomar fotos sobre algo que a uno le gusta y compartirlo en redes es perfectamente válido, todos lo hacemos. Opinar sobre la foto, marca o el momento que retratamos también es importante. Tener una opinión formada sobre algo que nos interesa es valioso. Me parece trascendental que las personas encuentren una voz para expresarse, pero es necesario hacerlo con argumentos y eso requiere investigación.

    Llamarse bloguero sin tener una página web en la que se escriben artículos sobre lo que has retratado o investigado no me parece apropiado ni ético. Por eso puse las definiciones de estas palabras al inicio del artículo, para que hablemos con algo de propiedad.

    Estas personas son realmente Instagrammers, es decir, suben fotos bonitas a la aplicación y hacen un comentario rápido al respecto. Algunos trabajan con marcas, otros no.

    Uno pensaría que hasta ahí llega su propuesta. Pues no, existen agencias, productos y restaurantes que tildan a estas personas de influencers en base con la cantidad de likes y seguidores que tienen en sus cuentas y los convierten en semidioses sociales.

    Summer barbeque feast, Jakub Kapusnak

    ¿Saben realmente lo que involucra tener un blog?

    Tener un blog significa escribir por lo menos un artículo cada semana (mejor si son más) para que tu audiencia esté cautiva. Esto es complicado porque no se trata de escribir lo primero que se nos ocurre. Lo digo por experiencia porque me cuesta mucho escribir con constancia.

    Un blog también involucra tener una página web, para la cual debes pagar un hosting y un dominio (hay opciones gratuitas, pero el tiempo también es dinero). Es necesario conocer el tras cámaras de la construcción de una web o tener a alguien que te ayude con el diseño y la programación de la misma (gracias, Dani).

    Debes tener un logo, alguien que revise tus textos, una planificación editorial y muchos temas sobre qué escribir. Además, debes tratar de involucrarte en lo que pasa en tu comunidad para saber cuáles son las tendencias, entrevistar a personas especializadas en el medio que eliges y, sobre todo, aprender a tener una voz y una opinión formada.

    En mi caso, esto también involucra salir a comer para encontrar nuevas experiencias culinarias. No me parece ético escribir una nota sobre un restaurante solo si me dan un plato gratis, algo que no todos entienden. Detrás de cada plato está el costo del alimento, el sueldo de quien lo preparó, el valor del servicio, el arriendo del local, el pago de permisos y otros rubros que las personas ajenas a la industria alimenticia no suelen tomar en cuenta. Cuando un amigo chef o el dueño de un restaurante tiene una atención conmigo y me brindan una cortesía, lo hacen como reconocimiento a mi trabajo, por gratitud, porque les nace y en ningún caso como una obligación. No utilicemos la cortesía como una moneda de cambio.

    Otro término que anda rondando por ahí es el de foodie. Esa persona que está al día en las tendencias culinarias y que le apasiona la comida. Los foodies son cheverísimos, gente apasionada, aman el buen comer y beber, les fascina probar nuevos platos y pueden ser gran fuente de información y tendencias. El dilema se da cuando piensan que saben más que un cocinero profesional.

    El problema no son los foodies o instagrammers

    La dificultad está en los comunicadores light que solo comparten la información que tiene a la mano, es decir, su opinión. De forma fácil y peligrosa, retratan cosas bonitas o critican con ligereza y poca profundidad.

    Existen muy buenos críticos de comida sin formación profesional en comunicación y cocina pero con una gran capacidad de información y un notable conocimiento adquirido con esfuerzo (también existen los que coleccionan títulos y no saben nada).

    Debemos aprender a opinar con información que respalde nuestro criterio, no solo porque algo me gusta o no me gusta. Necesitamos que la prensa, las agencias de publicidad y de marketing e incluso los mismos restaurantes eleven los estándares de la crítica culinaria. Ellos están alentando a estos comunicadores autómatas.

    Comunicar implica responsabilidad y se requiere un poco de humildad en un mundo lleno de poses y egos.

    Girl eating pancake with honey in a coffeeshop, Jakub Kapusnak

    ¿Qué podemos hacer para mejorar?

    Si vas a hablar de comida o de cualquier otro tema, infórmate. Lee mucho y conversa con las personas que conocen más sobre el tema. Esto implica más tiempo y esfuerzo, pero el cambio es abismal.
    Busca tendencias locales e internacionales de cocina.
    ¿Qué referentes ecuatorianos hay y qué están haciendo?
    ¿Cuáles productos autóctonos estamos comenzando a impulsar?
    ¿Qué se está haciendo en distintas ciudades del país?
    ¿Cuáles medios están interesados en hablar sobre la cocina en el Ecuador?
    ¿Cuál es la relación entre los chef y los agricultores?
    ¿Qué está haciendo la academia para formar profesionales más conscientes de su entorno en cuanto a comida?
    Apoya al cocinero emprendedor que conoces.
    Aprende a ser objetivo y crítico a la vez.
    Si no estás de acuerdo con algo, dilo.
    Si te fue mal en un restaurante, ¿hablaste con la persona a cargo, escribiste una carta de forma objetiva y respetuosa contando tu mala experiencia?
    No conviertas tus críticas en humillaciones públicas. No siempre conocemos las particularidades de cada error o tropiezo de un restaurante.

    Podría seguir escribiendo páginas llenas de sugerencias, pero creo que ya me alargué lo suficiente. Quizás tu aporte más importante sería definir quién quieres ser en este mar de definiciones.

     

    Crédito de la fotografía de portada: Digital nomads working in a coffeeshop, Jakub Kapusnak

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